Se oye continuamente el discurso demagógico de la mayor parte de la izquierda española de "hay que acabar con los privilegios de la Iglesia".
Quiero compartir con ustedes lo que hay que responder al próximo que me diga la misma arenga decimonónica: “Lo que hay que hacer es ¡acabar con los privilegios del Estado!”.
En concreto:
Ya está bien de subvencionar al Ministerio de Educación la educación de un millón y medio de estudiantes en los colegios concertados, más barata que la educación pública (ahorro de 15.000 millones).
Ya está bien de subvencionar a este mismo Ministerio la atención de marginados, extoxicómanos y otros sectores excluídos de la sociedad en los 365 centros de reeducación para este fin (ahorro de 182 millones).
Ya está bien de subvencionar al Ministerio de Asuntos Sociales la atención a diario de docenas de miles de personas necesitadas en los comedores y albergues de religiosas (ahorro de 50 millones).
Ya está bien de subvencionara este mismo Ministerio el cuidado de veinticinco mil niños y adolescentes en los novecientos orfanatos de la Iglesia (ahorro de 94 millones)
Ya está bien de subvencionar al Ministerio de Cultura la conservación, cuidado y atención diaria de miles de iglesias, conventos, catedrales y demás edificios de uso turístico, además de religioso, todos ellos parte del patrimonio nacional (ahorro estimado en 32.000 millones).
Ya está bien de subvencionar al Ministerio de Sanidad el cuidado de miles de minusválidos, enfermos terminales y el 75% de los enfermos de SIDA de este país en los cien hospitales y mil centros de atención ambulatoria y de acogida religiosos, con un total de 51.000 camas (ahorro de 9.400 millones).
Ya está bien de subvencionar al Ministerio de Economía todas las obras asistenciales llevadas a cabo por miles de voluntarios en las obras promovidas por Cáritas, Manos Unidas y Obras Misionales Pontificias (ahorro de 219 millones).
Ya está bien de subvencionar al Ministerio de Trabajo los salarios de todas las personas implicadas en las tareas anteriormente mencionadas (ahorro imposible de estimar).
Este privilegio del que goza nuestro Estado es escandaloso e impresentable, y responde a una concepción antigua de las relaciones Iglesia-Estado, carente de justificación, por lo que exijo (exigir es lo que está de moda) que desde ahora mismo el Estado haga la cuenta, y que pague cada año la factura hasta el último céntimo.
Esto es lo justo. Y si no lo hace, entonces exijo que públicamente le reconozca el mérito a La Iglesia por lo que hace, la mime, la cuide, la apoye y se lo agradezca adecuadamente, porque es de bien nacidos ser agradecido.